¿Existe algo bueno en las fotos de los Quinces?
Hay muchos criterios encontrados acerca de las fotografías para quince años. Existen aquellos que lo ven como una banalidad y una pérdida de tiempo. Otros como una necesidad de continuar una tradición y otros como un acontecimiento decisivo dentro de la vida familiar.
Aquellos que ven en las fotos de quince años, una trivialidad, no se han detenido a analizar que la necesidad de perpetuar su imagen, ha venido acompañando al hombre desde la Antigüedad. Los egipcios, por ejemplo, consideraban la inmortalidad como objeto de culto y buscaban eternizar la imagen del muerto a través de la arquitectura y la pintura, los cuales llevaban implícitos una alta carga de elementos pre-estéticos.
Así mismo, las culturas griegas y romanas trascendieron por su exquisito gusto en la escultura y la pintura, inmortalizando a través de ellas a personalidades y figuras imprescindibles dentro de su historia.
Con la llegada de la fotografía y el cinematógrafo y la irrupción de la contemporaneidad, los discursos artísticos variaron y los públicos igual. Así mismo, la obra se volvió más transgresora y diversa en cuanto a temas.
El espectador comprendió que a partir de la foto, su representación quedaría eternizada. Surge así, la fotografía social. Quizás subvalorada y menospreciada, a pesar de que existen fotógrafos que logran hacer arte a partir de dicha categoría de la fotografía.
Y es aquí donde entran los quince como una manera de perdurar la imagen de un acontecimiento, que desde el siglo XIX se viene desarrollando, no solo en nuestro país, sino en muchos países de América Latina, como forma de presentar a las jovencitas dentro de la sociedad, o de dar a conocer a la nueva “señorita” de la familia.
Realmente el paso del tiempo ha cambiado el objetivo, ya no se presenta a la señorita dentro de la sociedad, pero si se continúa celebrando esta edad que representa el cambio hacia una nueva manera de concebir el mundo; que además, da pie para el paso a una juventud que definirá decisiones, criterios e ideas que ya no serán de una niña.
Sabemos que existen casos, en los que no se respetan los preceptos técnicos de la fotografía y la calidad de numerosos trabajos dejan mucho que desear. Pero en estas ocasiones, el personal que brinda el servicio no está lo suficientemente preparado, el soporte tecnológico no es el adecuado y su objetivo no es precisamente, ofrecer un servicio con calidad fotográfica.
No pretendemos, concebir a la fotografía de quince como una expresión artística, pero no se debe obviar que la fotografía si es considerado arte y lleva consigo serios parámetros estéticos y un profesional que se respete, va a serle fiel a estos preceptos, ya sea dentro de la fotografía propiamente dicha como arte, o la fotografía social, en este caso la de quince.
No se debe menospreciar a priori, pues una foto de una quinceañera nos puede sorprender por el elevado nivel artístico que posee, por su depuración en la técnica, por la acertada composición y balance escenográficos, por el dominio de las luces o por la hábil utilización de la modelo.
Sí deben, si quieren que sus fotos no sean solo una foto más, valorar que cumpla con estos objetivos y que el resultado se vea mediado por el buen gusto.
Se hace evidente que cada día las exigencias estéticas del cliente que demanda este servicio, han ido incrementándose. Podrán cambiar los discursos artísticos, las tendencias, los soportes técnicos; pero la tradición no se disipará, las fotos de quince perdurarán como forma de representación de nuestra identidad y acervo cultural.